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domingo, marzo 18, 2007

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Hace mucho que no disfrutaba de estar a la intemperie. Todo el invierno me la pasé como oso polar, enclaustrada bajo techo, sin asomar nariz.

Salí a echarte la mano, pues tras la tormenta de hielo, varios de nuestros árboles quedaron amputados y las ramas estaban por doquier.

Mientras "peinaba" el pasto y acumulaba ramas, por primera vez en mucho tiempo no tuve pensamientos. Fue como una meditación en movimiento.

Coloqué en aquella jardinera la estatua de Buda que me regalaste. Compramos flores y las planté... claro que como siempre, tu impaciencia e ingenua iniciativa hicieron que mi mapa floral mental quedara como jeroglífico egipcio.

Como siempre, me dió "controlitis" y ante tus cráteres en lugar de pequeños agujeros, te reté unas cuantas veces. Tengo que seguir aprendiendo a tenerte paciencia.

Terminamos de plantar las florecillas y nos sentamos a meditar. El aire en el cielo nublado era templado, tu rostro planchado, lleno de paz.

A un par de semanas de tu segunda cirugía, tengo miedo... miedo a estar acostumbrada a ti, a amarte sin entregarme al cien..., a perderte...

No me vuelvas a hacer esa pregunta. Es muy cruel.

3 comentarios:

J.S. Zolliker dijo...

Ufa, que bueno está

nor del terror dijo...

ánimo!!!

te mando buenas vibras y un abrazo virtual de vuelta :)

.carla. dijo...

Hay preguntas en la vida que jamás deberíamos ventilar, muchas veces el tiempo nos da tantas respuestas o sólo basta abrir bien los ojos, el corazón y los oídos. Es rico disfrutar los tiempos, espacios y silencios sin preocuparnos por lo que vendrá. Mejor dile - cuando te pregunte - que el cielo tiene el azul más lindo, que pasó una parvada de pájaros o que hoy sus ojos brillan de forma especial. (Como le hacía mi abuelita ;)) abrazos!

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