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miércoles, junio 18, 2008

Cerrando circulos?

Que titulo tan raro pero es lo unico se me ocurre cuando pienso en aquella vez que la pequenuela y yo nos perdimos aqui en Paris... caminabamos con mis padres en La Fayette y cerca de los almacenes Le Printemps...

No he tenido mucho tiempo por las tardes, hemos salido en promedio a las 7 u 8 pm, pateado calles y cenado, llegando al hotel a las 11pm o 12am. Me encantaria ir a aquel lugar y ver si de alguna manera revivo o recuerdo aquellos momentos.

Pasan por mi mente preguntas como:

Que habra sido de la viejecilla que se acerco a nosotras que estabamos en llanto a media banqueta?
Que habra sido de la chica hippie que nos acerco aquella seniora para decirle en frances que nos hablara en ingles para saber por que llorabamos, que nos habiamos perdido?
Esta chica nos metio a una de las tiendas y nos llevo a servicios al cliente.
Que habra sido de la chica de servicios al cliente que por cierto, era espanola y nos cuido y entretuvo durante 9 horas, comiendo chocolates, dibujando y pintarrajeando con crayolas, platicando con nosotros y llamando al hotel arcade donde nos hospedabamos, para avisar que estabamos en aquella tienda, no recuerdo el nombre, solo recuerdo la famosa esquina en la que nos perdimos por cruzarnos la calle.
Que habra sido de aquellos hippies que ayudaron a mi mama a buscarnos, arriesgandose a que la policia se los llevara con todo y mercancia que extendian en la banqueta?
Que habra sido del policia que le dio el sermon a papa?


Ya decia mama que parecia que papa traia un propulsor en los zapatos o algo, que por estarlo siguiendo, penso que mi hermano nos venia viendo y las dos hasta atras, siguiendolos a todos, las dos tomadas de la mano. El temor de mama era que nos hubiesemos perdido cada quien por su lado, lo bueno es que no fue asi.

Tantas cosas, me dan curiosidad...

Y en lugar de cerrar circulos, los voy redondeando, lo mucho que ya habia bajado de volumen y peso, creo que lo estoy recuperando con los canijos panecillos dulces, chocolates, etc. Que barbaridad... ni postraciones he hecho... eso si, he caminado mucho. A ver si manana me mantengo a huelga de azucar y a tomar mucha agua.

He dormido en promedio unas cuatro horas diarias, a excepcion del domingo que dormi 7 para llegar el lunes a la oficina medio atontada.

jueves, junio 08, 2006

Decreto de nuevo horario...

Ya lo sé… y sigo muele y muele...

Cuando lo tenía todo y dejé de tenerlo, aprendí a valorarlo
Lo vuelvo a tener, no lo aprecio y sólo cuento los minutos para ver como lo perderé
Cuando lo pierda lo seguiré añorando... y así sucesivamente... ¿cuándo se termina el cuento?

Y a qué viene esta trillada recopilación?, mientras manejaba de regreso de comprar un "sangüich" a la hora del “lonch”, observé el cielo azul... la temperatura bastante agradable (extrañamente en esta zona del trópico central del país del arbusto).

Añoré cuando no tenía coche, me llevaban y traían, o tomaba el transporte escolar. Observaba los árboles y las sobras que éstos producían en la calle camino a la escuela, el canto de los pajarillos y disfrutaba del azúl del cielo, jugando a adivinar la figura que iban haciendo las nubes...

Ya en la carrera, a veces en transporte escolar, otras en aventón (rigurosamente de papá) y rara vez tenía permiso de llevarme uno de los coches. A veces manejaba al rededor de la manzana... otras, practicando o el clásico "quién va por las tortillas", y ahí estaba Nefer dispuesta a todo. Fue entonces cuando empecé a tener deseos materiales. No dinero, no gas, no coche... En esos momentos no importaba, porque estaba Don "Paganini" como papá se hacía llamar.

Meses después, falleció. Se acabaron los aventones y la emoción de conducir el auto se convirtió al poco tiempo en rutina. Comencé a sentir la emoción de la velocidad, hasta que un día pajareando, me embarré contra un poste, pino y letrero de colonos. Afortunada de no haber acabado con la vida de la Peque y la mía propia, aprendí que tenía que poner más atención.

Como "premio" (me sentí verdaderamente mal) me fue otorgado un auto nuevo. El choque fue pretexto, pues ya se pensaba deshacerse de aquél Dart. Pero a partir de aquél madrazo (y no el candidato), presentí que mi vida nunca sería igual.

Así pasó la carrera hasta que tuve mi primer empleo... lo recuerdo bien, noveno semestre y la primera dama -a quien cariñosamente sigo llamando mamá-, se aventó una letanía del por qué ya no me sería permitido utilizar el auto.

"Aprenderás a valorar lo que se te ha dado, así que de ahora en adelante, ya que tienes tu trabajito, ahorra y cómprate tu cochecito".

Así de sádico fue aquél momento, pues cual niña con juguete y dulce en la boca, me fue arrebatado aquello.

Comencé a tomar camiones, metro, largas caminatas. Si había pachanga, no importaba, ellos sabrían que yo estaría ahí. Sólo decían lugar, y ahí llegaba. Alguien me "admiraba" por moverme "tan solita y fácilmente" en aquella enorme ciudad.

Después llegó el tan esperado momento, después de 4 años de arduo trabajo, aquél fruto llegó. Comenzó de nuevo la emoción del auto y en poco tiempo se hizo rutina. No caminaba como antes, no disfrutaba de los ratos de observación, de la lectura a bordo del viejo ruta cien, cuando iba por la 100 metros. Tenía que ir “concentrada” al volante, previniendo que algún orangután se fuera a estrellar en mi bella “ranita” como le decía Overkill.

Años después… heme aquí, en el país del Arbusto Matón, donde el no tener un auto es como no tener zapatos. Más en este pueblucho, en el que sólo existen un par de taxis y algo parecido a la “pecera” pero para los de la tercera edad. Sigo sin caminar mucho, porque además, no hay aceras, sigo añorando la observación de la verdadera naturaleza, la espontaneidad urbana, el “esmog”...

Luego por mi mente pasó la idea de que si tuviera el poder, cambiaría el horario establecido, dejando las mañanas para descanso y las tardes para el trabajo, así ambos niños y padres, podrían disfrutar del bello azul del día e ir a descansar después del trabajo.

Así, que hablando de mariposas borrachas… NO VENGO AL CASO.