¿Sabes? En diversas circunstancias me pregunto, y tú, ¿qué habrías hecho en mi lugar?... no sé, saber qué pensabas de situaciones laborales, personales, detalles de diversos temas que no tuvimos la oportunidad de discutir...
Y pensar todo lo que te has perdido... La muerte de Dalí, Zedillo Presidente, La Perestroika, La Caída del Muro, La Guerra del Golfo, el estampón que nos dimos en el coche, mi primer trabajo, mi graduación de la carrera, otros mil acontecimientos históricos de los que la cronología ya no tengo clara, Fox Presidente, boda y los nietecitos de la peque, mi boda, la caída de las torres, Irak, la graduación de Overkill, Tsunami, ...etc, etc, etc.
... y lo que afortunadamente no has visto, mi presente crisis (que tal vez habrías caído fulminado de nuevo) que no sé a dónde vaya a parar... y...
...no sabes cómo me haces falta viejito gruñón, te extraño. Extraño tus coscorrones, tus análisis, tus árboles de decisión, tu disciplina, tu estructura... tu protección.
... y como evasión y en tu honor, seguiré el consejo de Darth y me iré al Museo de Arte de Cincinnati a celebrar tu recuerdo...
Lapsus brutus, anécdotas, sueños, recuerdos, pensamientos, cuentos, exabruptos...
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miércoles, enero 30, 2008
martes, febrero 06, 2007
Susurro al oído
Anoche después de apagar la compu, mi mente estaba tan activa, que no pude pegar ojo. Fue hasta seguramente pasada la media noche, que los brazos de Morfeo me envolvieron en su calor.
El faraón tuvo que irse a las 4.30 de la madrugada, ya que ésta vez le tocó a él hacer el recorrido de dos horas al trabajo, pues pasamos el fin de semana en el diminuto departamento.
Aproximadamente dos horas más tarde, rendida en la nada un hecho me despertó y me hizo saltar como resortera y casi tragar de vuelta el corazón.
Mientras plácidamente estaba perdida en alguna vida paralela (a veces pienso que la realidad está en el sueño y que lo que vivo en la realidad es un sueño) el susurro de tu voz se hizo presente. Sentí tu aliento y en un tono imponente y con un toque impaciente te escuché decir mi nombre, como si me quisieras despertar, hacer llamar mi atención.
Lo lograste papá, casi se me salió el alma y desperté atarantada con el corazón en la garganta. La próxima vez, si me quieres comunicar algo... avísame primero. Hace dieciocho años que no escuchaba tu voz .
Y desafortunadamente no estaba soñando, sólamente descansando del desvelón.
***
Y bueno, contenta porque me acabo de conectar hace un rato al salón virtual para ver qué pasó siempre con el proyecto de la semana anterior. Para mi sorpresa, me fue mucho mejor de lo que yo esperaba, no tan mal después de un retraso de 2 semanas.
Esto me está gustando cada vez más... 9.5 de 10. (Sin intención de dar el farolazo, pero me hizo sonreir, después de mucho tiempo sin ejercitar los músculos faciales).
El faraón tuvo que irse a las 4.30 de la madrugada, ya que ésta vez le tocó a él hacer el recorrido de dos horas al trabajo, pues pasamos el fin de semana en el diminuto departamento.
Aproximadamente dos horas más tarde, rendida en la nada un hecho me despertó y me hizo saltar como resortera y casi tragar de vuelta el corazón.
Mientras plácidamente estaba perdida en alguna vida paralela (a veces pienso que la realidad está en el sueño y que lo que vivo en la realidad es un sueño) el susurro de tu voz se hizo presente. Sentí tu aliento y en un tono imponente y con un toque impaciente te escuché decir mi nombre, como si me quisieras despertar, hacer llamar mi atención.
Lo lograste papá, casi se me salió el alma y desperté atarantada con el corazón en la garganta. La próxima vez, si me quieres comunicar algo... avísame primero. Hace dieciocho años que no escuchaba tu voz .
Y desafortunadamente no estaba soñando, sólamente descansando del desvelón.
***
Y bueno, contenta porque me acabo de conectar hace un rato al salón virtual para ver qué pasó siempre con el proyecto de la semana anterior. Para mi sorpresa, me fue mucho mejor de lo que yo esperaba, no tan mal después de un retraso de 2 semanas.
Esto me está gustando cada vez más... 9.5 de 10. (Sin intención de dar el farolazo, pero me hizo sonreir, después de mucho tiempo sin ejercitar los músculos faciales).
lunes, enero 30, 2006
Aquél Lunes...
Era Jueves y estaba estudiando aquella materia que tanto me costaba trabajo. Quería sacar una buena calificación, ya que el nuevo sistema implicaba sólo ir a asesorías, mientras que uno se fletaba estudiando para cada semana presentar un examen y la calificación aprobatoria era 9. Siempre me preocupé de sacar buenas notas, pues no quise defraudarte.
Así que estaba en el estudio cuando regresaste de la oficina para comer. Me dijiste que no te sentías bien y que no sabías si regresar a trabajar o no. Preocupada te vi muy pálido y te aconsejé que no fueras a la oficina, que mejor te quedaras... era mejor que te recuperaras.
Por primera vez desde que nací, consideraste mi opinión... ya que siempre habías dicho que “los niños no opinan”. Me sentí tomada en cuenta, continué estudiando y te sentaste en el sillón café. “Hija” me dijiste en un tono cálido y cansado... “deja de estudiar un momento, quiero hablar contigo... siéntate aquí junto a mí”.
Me diste explicación de todo aquello que me parecía absurdo... de tu negativa a los permisos, de tu rigidez y disciplina, de tus obsesiones.
Por primera vez me hablaste de la vida, de tus preocupaciones con nosotros, de lo que viviste cuando joven, del porqué de tus reacciones...
Fue entonces cuando sentí un extraño temor. Nunca antes te habías quejado de algún padecimiento de salud, te vi cansado, preocupado y hablando de tus sentimientos. Eso me aterró, pero mi cerebro no procesaba para sacar conclusiones aún.
Me pediste que viera por mi madre y mis hermanos... a pesar de que no era la mayor, por alguna razón siempre fui de tu confianza, aunque a veces no lo decías.
Terminó la charla y me pediste que te llevara a la farmacia, pues no te hallabas y no sabías que tenías. Yo apenas y sabía conducir, así que nerviosa tomé las llaves que me extendiste y nos dirigimos al auto. Logré avanzar sin problemas y llegamos a la farmacia, no recuerdo qué quisiste que te comprara, pero lo compramos y regresamos a casa, donde te volviste a sentar en el sillón mientras yo continuaba estudiando.
Cayó la noche, tú y mamá nos pidieron a la peque y a mí cambiarnos de habitación, y cuando nos íbamos hacia tu cuarto, me llamaste... “Nefer, ven...”. Mamá estaba contigo sentada junto a ti, me acerqué y me extendiste los brazos... “te quiero mucho hija”. Fue la primera vez que mostrabas abiertamente tus sentimientos. Te abracé y te besé en la mejilla... y tímidamente te dije “yo también”.
Nunca me imaginé que ese sería nuestro último abrazo y último beso. Durante la madrugada te pusiste mal, correteos en la oscuridad, discando el teléfono para llamar aquella ambulancia que nunca llegó. Mamá, overkill y yo, te cargamos como pudimos y ella nerviosa pero apresurada te llevó al hospital. Ahí nos quedamos los tres, asustados, llorando.
Ese fin de semana estuviste internado, estuvimos a tu lado, tratamos de encontrar donadores, el sábado caíste en terapia intensiva y domingo saliste, el lunes te darían de alta.
El lunes fue un día extraño... en la universidad todo transcurrió con normalidad y me sentía feliz de que regresarías a casa. Esperaba con ansia, subí las escaleras en brinquitos hasta llegar hasta tu cuarto, donde la peque y yo veíamos la televisión. A eso de las 7pm, comencé a sentirme muy mal, me faltaba el aire, me dolía el pecho. La peque sugirió que me recostara, que se me pasaría. En ese momento sonó el teléfono, era mamá y en aquella confusión no captaba que a esa hora, nos habías dejado.
Precisamente hoy lunes hace diecisiete años, recibimos esa terrible noticia. Te lloré mucho, por algún tiempo. Algunos años evadí tu recuerdo, cuando me cayó como aguacero y me invadió la depresión. Desde ése lunes, inconscientemente me comporto de una manera extraña, días antes y días después de ese terrible aniversario. No sabía que me tenía tan inquieta, sino hasta que abrí mi agenda y vi que hoy era 30 de Enero y además Lunes.
Cómo ha pasado el tiempo... pero creo que ya es tiempo de dejarte ir.
Así que estaba en el estudio cuando regresaste de la oficina para comer. Me dijiste que no te sentías bien y que no sabías si regresar a trabajar o no. Preocupada te vi muy pálido y te aconsejé que no fueras a la oficina, que mejor te quedaras... era mejor que te recuperaras.
Por primera vez desde que nací, consideraste mi opinión... ya que siempre habías dicho que “los niños no opinan”. Me sentí tomada en cuenta, continué estudiando y te sentaste en el sillón café. “Hija” me dijiste en un tono cálido y cansado... “deja de estudiar un momento, quiero hablar contigo... siéntate aquí junto a mí”.
Me diste explicación de todo aquello que me parecía absurdo... de tu negativa a los permisos, de tu rigidez y disciplina, de tus obsesiones.
Por primera vez me hablaste de la vida, de tus preocupaciones con nosotros, de lo que viviste cuando joven, del porqué de tus reacciones...
Fue entonces cuando sentí un extraño temor. Nunca antes te habías quejado de algún padecimiento de salud, te vi cansado, preocupado y hablando de tus sentimientos. Eso me aterró, pero mi cerebro no procesaba para sacar conclusiones aún.
Me pediste que viera por mi madre y mis hermanos... a pesar de que no era la mayor, por alguna razón siempre fui de tu confianza, aunque a veces no lo decías.
Terminó la charla y me pediste que te llevara a la farmacia, pues no te hallabas y no sabías que tenías. Yo apenas y sabía conducir, así que nerviosa tomé las llaves que me extendiste y nos dirigimos al auto. Logré avanzar sin problemas y llegamos a la farmacia, no recuerdo qué quisiste que te comprara, pero lo compramos y regresamos a casa, donde te volviste a sentar en el sillón mientras yo continuaba estudiando.
Cayó la noche, tú y mamá nos pidieron a la peque y a mí cambiarnos de habitación, y cuando nos íbamos hacia tu cuarto, me llamaste... “Nefer, ven...”. Mamá estaba contigo sentada junto a ti, me acerqué y me extendiste los brazos... “te quiero mucho hija”. Fue la primera vez que mostrabas abiertamente tus sentimientos. Te abracé y te besé en la mejilla... y tímidamente te dije “yo también”.
Nunca me imaginé que ese sería nuestro último abrazo y último beso. Durante la madrugada te pusiste mal, correteos en la oscuridad, discando el teléfono para llamar aquella ambulancia que nunca llegó. Mamá, overkill y yo, te cargamos como pudimos y ella nerviosa pero apresurada te llevó al hospital. Ahí nos quedamos los tres, asustados, llorando.
Ese fin de semana estuviste internado, estuvimos a tu lado, tratamos de encontrar donadores, el sábado caíste en terapia intensiva y domingo saliste, el lunes te darían de alta.
El lunes fue un día extraño... en la universidad todo transcurrió con normalidad y me sentía feliz de que regresarías a casa. Esperaba con ansia, subí las escaleras en brinquitos hasta llegar hasta tu cuarto, donde la peque y yo veíamos la televisión. A eso de las 7pm, comencé a sentirme muy mal, me faltaba el aire, me dolía el pecho. La peque sugirió que me recostara, que se me pasaría. En ese momento sonó el teléfono, era mamá y en aquella confusión no captaba que a esa hora, nos habías dejado.
Precisamente hoy lunes hace diecisiete años, recibimos esa terrible noticia. Te lloré mucho, por algún tiempo. Algunos años evadí tu recuerdo, cuando me cayó como aguacero y me invadió la depresión. Desde ése lunes, inconscientemente me comporto de una manera extraña, días antes y días después de ese terrible aniversario. No sabía que me tenía tan inquieta, sino hasta que abrí mi agenda y vi que hoy era 30 de Enero y además Lunes.
Cómo ha pasado el tiempo... pero creo que ya es tiempo de dejarte ir.
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