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martes, noviembre 25, 2025

Restaurante de Zancos

Estábamos reunidos mis hermanos con mi mamá.

Había sido mi cumpleaños y en realidad nadie se había esforzado por felicitarme ni celebrarme. Yo no decía nada.

Era ahora turno de Overkill quien al igual que mamá, había retornado y era su cumpleaños. Mamá había planeado dos opciones en lugares muy distintos. Uno no recuerdo y el otro en Colorado. 

Según yo habíamos acordado Colorado, viajaba en avión, llegaba al restaurante y en realidad esa opción incluía a su hermana y amistades que yo no conocía. Me percataba que todos los demás habían viajado a la otra locación. Estaba yo molesta porque no habían confirmado el lugar y mi suposición había sido incorrecta. 

Entro al restaurante. Parecía un estadio o más bien como una plaza de toros enorme, donde las mesas estaban alineadas en el perímetro de la circunferencia y las mesas eran altísimas, a la altura de la grada más elevada y sus asientos tenían largas maderas que eran de una pieza para sentar a varios comensales. 

Tenía uno que escalar de tal forma que la pieza entera del asiento no se moviera, porque entonces todos perdíamos el equilibrio. La tabla común no era tan ancha, y con cualquier movimiento, todos los de aquella mesa corríamos peligro de caer metros al suelo.

La primera vez antes de sentarme, primero buscaba a mis familiares sin hallarlos visualmente. Así que resignada me sentaba como podía en el extremo más cercano a la grada para darme impulso y estabilizarme. En ese momento, notaba que mis tarjetas de crédito habían caído al suelo.

Me precipitaba a bajarme descendiendo en vertical para recogerlas, pero tenía que hacerlo con sumo cuidado. Lograba alcanzarlas y al tratar de escalar de nuevo a mi asiento, cada intento la mesa y el asiento se tambaleaban bruscamente. Así me la pasé en lugar de cenar, subiendo y bajando tratando de rescatar lo que se me cayese, cuando harta decidía partir. 

Comencé a caminar hacia afuera y me percataba que había dejado mi celular sobre aquella mesa. Desesperada y hastiada de toda la situación quería regresar, cuando me encontraba en el camino a la Peque con sus hijos, desinteresados y distantes quienes me veían con desdén de reojo. Mi hermana utilizaba su teléfono para marcar el mío después de haberle pedido infinidad de veces que por favor marcara mi celular. También con desdén y prepotencia marcaba el celular. Algún pariente o amistad de mi tía ausente (no la vi nunca en aquella cena de las mesas de zanco) contestaba y decía que él tenía mi celular y que nos esperaba en aquella mesa.

En lo que caminábamos de regreso para recuperar mi celular, iba pensando en estrategias para entregarle a mamá la herencia que me había dejado, porque pensaba que al haber regresado de su largo viaje, ella necesitaría el dinero para empezar de nuevo.

Desperté sudando, incómoda y con el cuello torcido.


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