Regresando de comer de un restaurantín mexicano subterráneo (Grand Station), decidí entrar al edificio Chrysler para regresar a la oficina, pero el Guajolote recordó que tenía que comprarse unos refrescos y yo decidí ir salir para ir a la farmacia y comprar botellas de agua para hoy y mañana.
Salgo corriendo en el “chipi-chipi” y compro aquellas. Salgo caminando y veo a toda la gente con su paraguas. Continúo unos cuantos pasos para llegar al edificio y amablemente un tío árabe o griego guapérrimo se acerca a mí y me cubre con su paraguas:
X: “permítame cubrirla para que no se moje”
N: “muchas gracias, pero no es necesario, ya casi llego al edificio”
X: “insisto”
(5 pasos más tarde)
N: “Ok, muchísimas gracias”
(Ni llovía a cántaros y el chipichipi era mínimo, pero no se le puede negar la buena (!?) intención a aquél ángel caído).
Uno de "esos" momentos, en los que uno añora la soltería…
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