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miércoles, julio 06, 2011

Italia

Hoy fue un día curioso, aún no termina y sigo impresionada de ciertas cosas.

Estaba en la bañera, cepillando mi cuerpo en dirección al corazón, luego enjabonando y enjuagando. El teléfono sonaba desesperadamente. Sonó no uno, dos, tres intentos. Pensé que sería una emergencia, salí en pelotas, era el faraón, para cantarme una canción. Regresé a terminar de enjuagarme.

Salí de la regadera y miré al espejo. El reflejo de aquél me veía con indiferencia y luego fruncía el seño admirado por la mancha roja en aquél pómulo. Parecía una roncha, que con los minutos, se iba transformando en una mancha que se iría expandiendo hacia toda la mejilla.

Tal vez fue lo que comí ayer: tuve que ir a una cita con un herbalista de renombre, a casi dos horas de casa. Desayuno y comida en lugar nefasto -el de los mac tríos y esas cosas-. Tenía meses de no comer esas porquerías. Tal vez mi cuerpo tuvo una reacción alérgica.

Inundada de pronto por un sentimiento de desasosiego, mi ánimo se nubló. Mi corazón palpitaba y lágrimas patinaban con la ayuda de la fuerza de gravedad. De la nada, tenía un dolor en el pecho. No era físico, venía tal vez de otra dimensión.

Reñí con el faraón por teléfono: puras tonterías, para después repetidamente disculparme.

Aturdida por los sentimientos encontrados, desesperada busqué la forma de recargar la tarjeta telefónica para llamarle a overkill. No logré recargarla, extrañamente, el sistema telefónico de aquella tarjeta me estaba haciendo una mala jugada.

Ni cinco minutos más tarde, el overkill llamó. Charlamos un rato. Me alegra que no haya sido una emergencia, no sé si mi alma podría con otra.

Prendí el "skype" con la esperanza de ver si mi hermana estaría conectada. Nada. A los pocos minutos, enviaste mensaje, pediste teléfono. Llamaste. Amiga, no sabes qué alegría me dio saber que las cosas para ti estan fluyendo y bien. Me hacía falta alguien que recordara quién era yo. Por que yo, ya no lo sé.

Hace unos días te habías cruzado en mi mente, en mis ondas cerebrales. Curiosamente, aquí estabas, en voz.

Tus palabras de aliento, tus porras. Has sido la única que ha tenido la amabilidad de dar en el clavo. A todo, en todo. Antes, tenía nociones preconcebidas hacia tu amistad. Dudaba que fuera real. Ahora lo sé. Nunca te supe apreciar. Quiero que sepas que en mi corazón ocupas un lugar grande, muy grande. Tal vez es hora de ir haciendo más espacio en el corazón y echar a l@s que ya no tienen cabida. Darle espacio a la gente que verdaderamente vale la pena.

Mil gracias, te quiero mucho.

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