Era aquella casa en el lago creo. En el lote donde estaban un par de cabañas, quería plantar pasto o algún otro germinado. El lote estaba lleno de rancheros americanos "rednecks" ayudando. El pasto que removían de la sección que yo quería trabajar lo iban acumulando. Yo me descuidé, me distraje en otras cosas. Veía cosas absurdas pasando a mi alrededor. Estaba angustiada, con la enfermedad de mamá y su muerte, tenía yo ganglios que crecían en las ingles y caderas. Se formaban nódulos. Le decía al faraón que tenía miedo. Mis hermanos me decía que me recostara. Me iba a aquella cabaña. Después de una siesta, me levantaba con un dolor muy molesto en las caderas e ingles. Salía y los rednecks ya habían colocado el pasto retirado en alguna parte. Cuando fui al auto para sacar unas cosas y moverlo, me percataba de que estos individuos había colocado los metros de pasto dentro de mi auto, cubriendo los asientos delanteros y traseros de tierra y césped. Yo refunfuñaba y vociferaba a los cuatro vientos. El Faraón me tranquilizaba y pedía que tuviera paciencia, que no me enojara.
Había una carpa puesta con mesa y sillas. Gente por doquier, me saludaban. La carpa de repente vacía, las mesas con manteles blancos y la lona de la carpa también blanca. Me esperaba allí un médico. Le comentaba del padecimiento y muerte de mamá, de mi temor a desarrollar la misma enfermedad. Le comentaba del dolor de ingles y caderas y de los bultos que iban creciendo al costado de mis caderas. Parecían unas verrugas que iban creciendo rápidamente.
El médico quiso examinarme y de algún modo convocaba a los medios: "nos encontramos ante un caso de mutación señores. Nuestros alimentos están tan contaminados con hormonas que se han generado seres mutantes". Mientras él hablaba, yo quería privacidad y de repente aparecía en mi cuarto. Le lloraba al Faraón, le decía que mis ingles dolían mucho y que tenía verrugas en las caderas. Cuando él al fin me hacía caso, me pedía inspeccionar el área. Al bajarme aquél pantalón, diminutas alas de pollo se desplegaban a los lados de mis caderas.
Desperté sobándome las caderas e ingles, buscando aquellas protuberancias. Gracias a todos los cielos... todo fue una pesadilla. Los dolores eran cólicos... si, llegó la lata de cada mes.
1 comentario:
jajajaja... que horror de pesadilla, pero que padre lo cuentas :)
un abrazo!
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