Anoche regresé de las carolinas.
Después de una temporada asintomática y sin altibajos emocionales, hoy desperté irritable, con ganas de quejarme de hasta el soplido de un mosquito. Me puse a hacer que-hacer, pues indudablemente el que vive conmigo, durante la semana se encarga de hacer un torbellino peor que el tornado más grande que haya existido jamás.
Tenía contraindicado barrer o trapear... no pude evitarlo y ahora entiendo las consecuencias... siento como si la carne se me abriera por dentro. Espero que pase pronto. Lavé la cocina y recogí cuanta cosa en la sala.
A éste tío, cuando le da por hacer papeleo, en lugar de ir como la gente decente a un escritorio, hace un abanico interminable en el suelo... lo que hace imposible pasar sin tropezarse o sin arrugar aquellos documentos. No entiendo por qué no usa el maldito escritorio.
Pero bueno. Creo saber el origen de mi repele... se aproxima acción de gracias, lo cual inconscientemente me hace recordar la amarga anécdota del año pasado y hace que las vísceras se me tuerzan. No, no es que esté pensando en ello, no... de hecho ya ni me acordaba... pero hace algunos días que he comenzado con sueños desagradables, hasta que se apareció aquella anécdota. Hoy, no puedo dejar de pensarla, por más que me distraigo limpiando.
Respiro profundo. Lo dejo ir. De aquí hacia adelante, se esfumó. No existe.
Necesito un mantra positivo para seguir adelante.
La posibilidad (porque estoy segura de que lo harán...) de que vengan los -todavía- suegros durante mi ausencia me inquieta. Soy como los gatos en ese aspecto. Territorial, no me gusta que se metan, ni que muevan mis cosas... en especial esa metichona.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh ya no me quiero sentir asi... ha de ser la estúpida medicina...
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