Desde la niñez aquellos días de la semana eran rutinarios. Nos alistábamos, poníamos nuestras "mejores garras" y nos íbamos a casa de la abuela. Sí, la fea, la criticona. No importaba el empeño que pusiéramos en nuestra imágen, siempre... siempre, nos decía que estábamos "iztludos", palabra que utilizaba para hacer énfasis en una persona desaliñada, fodonga.
Era el mismo ritual de siempre... estacionábamos el coche en el garage trasero de aquella obscura casa de Lindavista. A veces, en el garage delantero, en cuya pared papá había hecho una pintura medio rara, con una mano saliendo de un torbellino de color.
Nos bajábamos y ante el discreto comentario de mamá "saluden", saludámanos a la abuela, a la tía solterona y apresurados entrábamos a la casa para encontrar qué hacer mientras aquellos aburridos adultos, hacían lo de siempre:
Mi mamá sentarse en uno de los sillones de la sala, mientras la tía tocaba el piano acompañándo a papá para que cantara alguna aria de ópera. E lucevan le stelle de Tosca, era una de las que no dejaba fuera de su repertorio. Mamá se perdía en aquella música. La abuela mientras, se ponía a preparar la comida y minutos después, mamá se acercaba a la suegra para ayudarla a poner la mesa. A mi hermana y a mí nos hacía señas para que ayudáramos. Mientras, mi hermano se ponía a jugar o le hacía segunda a papá cantando.
Luego, después de comer, nos subían al estudio para que hiciéramos la tarea, mientras ellos se ponían a platicar, más bien la tía y la abuela... Siempre hablaban de lo mismo. Que si fulanito hacía las cosas mejor que uno, que si sutanito bla bla bla, etc.
Ya a eso de las 8 de la noche, bajábamos a merendar pan dulce con chocolate o arroz con leche, o un vaso de leche con galletas. Recogíamos nuestras cosas y nos íbamos a casa.
A veces ellas iban a la casa, en compañía de alguno de los tíos músicos. Odiaba los domingos. Lo único que me gustaba, era cantar la Traviata con papá. A veces íbamos al mercado o algún centro comercial y si veía que algo me gustaba, corría y le decía "papá!! ... me lo compras?" y me contestaba como siempre "a cómo me lo vendes?"... y bueno, así era su sarcástico sentido del humor.
Años a la distancia, a veces extraño esa rutina, no por esas personas, sino por papá... me gustaba cantar y convivir con él, a pesar de que era don cascarrabias, tenía también su sentido del humor y se dejaba querer a su modo. Ahora que todo el mundo festeja el día del padre, yo sólo recuerdo, pero no sólo hoy. Lo he recordado casi todos los días desde que murió.
Donde quiera que estés recibe un pensamiento con cariño... y un coscorrón.
1 comentario:
:)
mi papá me contestaba lo mismo "a cuanto me lo vendes?" el sarcasmo tambien se le da, y la ópera solo para escucharla (si a duras penas habla, y con tirabuzon).
un abrazo.
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