Me ví en el espejo y noté que un par de dientes estaban muy separados, al acercarme más, me dí cuenta de que un bracket se había caído. Tomé una de las ligas y la enganché al siguiente bracket. De repente otro bracket se cayó por la presión de las ligas. Al tratar de enganchar la liga a otros brackets, no sólo éstos se caían... con ellos los dientes.
Con los dientes y brackets en la mano, sollozando corrí y le dije al faraón que me llevara con un dentista. Él, apático, me dijo que no había dentistas abiertos en fin de semana. Que tendría que esperar hasta que regresara de Atlanta para poder arreglarme la boca.
Desesperada le pedí que me consiguiera una cita de emergencia en la ciudad local. Me llevó con una dentista y sólo me decía mientras movía la cabeza negativamente. "Esto no tiene remedio, tendrás que lavarte los dientes con más frecuencia y ésto, es signo de diabetes".
Desperté y todavía adormilada, corrí despavorida al espejo del baño. Gracias a todos los Dioses, todo había sido un sueño.
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