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miércoles, enero 18, 2006

Impostor

Estos últimos días han sido de emociones diversas, tal vez porque es una etapa de cambios: vendimos nuestra casa y estamos en proceso de mudarnos a otra. El caso es que mi concentración ha sido mínima. Tal vez también haya sido la ingestión de café y las ligeras travesuras con el azúcar o qué se yo.

El caso es que hoy es uno de esos días en los que me siento decepcionada de mi misma. Sentada, empollando el asiento y sin la más mínima intención de hacer nada. Estoy como en un vaivén de oleajes encontrados, que no me dejan avanzar ni retroceder.

Miro por la borda y veo hacia el Norte, un futuro prometedor y a su vez inalcanzable... al Oriente, fracciones de lo que podría ser, el Poniente lo que ya no fue... hacia el Sur, la juventud que se va alejando poco a poco y en el epicentro, sólo un ambiente extraño como cuando un terremoto está por ocurrir.

Comencé a recordar lo mucho que critiqué a la gente que estaba en mi presente actitud, en lo que pensaba de esas personas y en la promesa que me hice años atrás, de jamás convertirme en semejante bulto.Tal fue la crítica a mí misma, que eché un vistazo a mi lista de pendientes y me di cuenta que a lo que llaman “procrastination” me estaba atacando severamente.

En realidad es una muy pequeña lista, pero la simple idea de ir a lidiar con los que se dicen dueños de este continente, me hizo hundir las posaderas aún más en el sillón.

Fue cuando volví a concentrar mis pensamientos en aquellos anhelos de juventud, de cultura de cambio, calidad, liderazgo y todas esas cosas que mi universidad se encargó de meterlas hasta el tuétano, que me hizo desdoblar aquella cortina de tul que me impedía ver claramente mi otro yo. El yo que siempre fui y que sigo prendiendo de la punta de los dedos para no dejarlo ir, el yo de los deseos, de las aspiraciones, de los objetivos, de las metas, de las responsabilidades, de la curiosidad, de la lucha y de la búsqueda.

Aquél yo, al verme tan desesperada, de un gran esfuerzo se abalanzó y logró tomarme de las muñecas, para poco a poco escalar y tomar su lugar, que cualquiera que sea el nombre del impostor, aquél ente, había invadido por completo. Tomando unas respiraciones profundas, decidí omitir al impostor y lanzarme a la acción. A unos cuantos documentos por analizar, al fin veo el fin de esos breves pendientes.

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