Había apagado el ordenador, cerré los ojos fuertemente y sentí una brisa en el rostro. Estoy segura que era mamá. Le dije cuanto la amo y la extraño. Cuanto la necesito. Algunas lágrimas lograron correr por mi rostro.
El faraón despertó para hacer su escala técnica obligada. No puedo dormir. Abro mi correo personal y veo un mensaje del templo de Sunim. Rápidamente recuerdo aquél poema que escribió en el retiro de Diciembre del 2010. Voy a la página. Lo posteé hace unos momentos.
Al leerlo, me recuerda que los pensamientos son efímeros, y que el miedo también lo es. Aunque no puedo subir una montaña, o ir al parque a estas horas, por lo menos me recuerda lo que es verdaderamente importante. El instante, el aquí y el ahora. Gracias Sunim. Siempre le estaré agradecida a máma de haberme presentado contigo. Y a su vez, a M. de haberle presentado Sunim a mamá.
Aún después de leer el poema, me siento triste. El corazón encogido y adolorido. Tal vez algunas postraciones hagan el truco.
Tal vez sea el estómago vacío. Dicen que las penas con pan son buenas. Asaltaré el frigo.
Mañana será otro día.
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