Después de la iluminación de hace un par de semanas, las cosas volvieron a la "normalidad"... que más que normalidad es una rutina sin rutina, de la que hoy me escapé: desperté a las 6am, salí a correr con el Faraón, regresé a hacer postraciones y a meditar por media hora. El partió a sus labores y yo me quedé a desayunar y empezar los que-haceres domésticos.
Ayer entré a mi cuenta bancaria en línea, los números se encogen y yo sigo sin trabajo. Los caza-cabezas sólo prometen y no ha habido ningún tipo de acción, no entrevistas, no nada. Decidí que tendré que trabajar en aquella certificación que postergué eternamente. No habrá alternativa, sin esa certificación, no hay trabajo.
Anoche me enteré que un compañero de la universidad falleció de cáncer de páncreas. Conocí de su caso en cuanto diagnosticaron a mamá hace poco más de un año. El había decidido ir a Cuba para un tratamiento experimental en el que por medio de veneno de alacrán o escorpión, lograban matar células cancerígenas. A estas alturas sólo me quedó pensar en lo siguiente:
Una vez que la persona se diagnostica con esta terrible enfermedad, es como recibir una sentencia de muerte. Aunque todos estamos sentenciados a morir, sabemos que vamos a morir, pero no sabemos cuándo. El que padece de cáncer, sólo sabe que le queda poco tiempo, tal vez menor al de una persona sana... y tal vez no (cuánta gente fallece en accidentes, etc?). El cuerpo se deteriora y depende del estado de ánimo del paciente, así como de sus fuerzas corporales, el cómo vive el resto de sus días. No se puede saber qué le depare el destino. Una amiga de mamá tuvo cáncer cervico-uterino, eso fue hace más de 30 años. La señora sigue aquí. Yo lo atribuyo a sus deseos de vivir y a su profunda espiritualidad. Antes de casarse, fue monja. Así que estoy convencida de que la fe en esos momentos tiene que ser como un roble. Tener fe y esperanza de que todo estará bien.
Él tuvo la suerte de vivir un año más que mamá. No sé sobre su calidad de vida, pero me imagino que con tanto sufrir en estadios terminales, inevitablemente la muerte es la mejor opción. Tal vez digo cosas sin sentido.
Pienso en prevención. Prevención. Prevención. No lo sabemos, ni siquiera si es genético o no. Los médicos dicen que es así, pero viendo la historia de mamá, nadie en la familia... vamos, mi abuelita vivió hasta los 93 y sólo tuvo un mínimo roce con el cáncer de piel que en realidad no le alteró la vida, detectado a tiempo y tratado de inmediato, no hizo daño.
Lo único que he leído y que me hace pensar que es cierto, es que el cáncer vive en ambientes poco oxigenados y ácidos. Así que a hacer ejercicio, respirar profundamente lo más que se pueda y comer una dieta alcalina. Eliminar las carnes rojas, azúcares, harinas (alimentos procesados)... Comer muchas frutas, verduras, granos, etc. Omitir la comida chatarra, los químicos en artículos de tocador y de limpieza. Que nuestro medio ambiente esté limpio de químicos. Espiritualmente desarrollar fe. No importa la religión o dogma, tener fe en que todo estará bien (ésto último me queda clarísimo después de la iluminación). Vivir con desapego material, desapego personal, amando profundamente en cada momento, aquí y ahora. Dicen que el amor cura. Un amor profundo y sin temor.
Pienso en los días en que estuve con mamá. Yo viví aterrada. Cada nuevo síntoma, cada efecto secundario. Aunque lo disimulaba, sabía lo que se acercaba. Aunque con profundo amor, también experimenté profundo enojo reprimido. Enojo de la "injusticia" por lo que mamá estaba viviendo. Ese amor mezclado con enojo y miedo no es buena combinación. Pero es difícil manejarlo en el momento. Más cuando uno no ha vivido ese tipo de situación y no sabe qué es lo que sigue.
Mamá ya se había derrotado años antes. Sin saber que estaba muy enferma y tras haber vivido momentos muy difíciles con la muerte de su hermana y mi abuelita, el diagnóstico de Overkill... no le encontraba sentido a la vida, con todos sus hijos desperdigados y ella viviendo sola (se negaba a vivir cerca de alguno de sus hijos), se distanció de sus amistades. Decidió que ya no quería estar. Cuando fue diagnosticada, se dio cuenta de muchas cosas... se arrepintió de otras tantas. Cuando comenzó a tener fe, ya era demasiado tarde (días antes de morir).
Estimado lector, si tienes a un familiar o ser muy querido con cáncer, no tengas miedo. El miedo lo percibe el enfermo. No sólo el miedo propio de su enfermedad, sino el miedo de aquellos que lo rodean. Hay que estar... estar al 100%, escuchar 100%. Dejar los pensamientos aterradores que sólo pasen y fluyan, que no se queden con uno. Esos pensamientos aterradores distraen, roban tiempo precioso. Apoyar a la persona en todo momento, motivar a que tengan fe a pesar de que se nieguen a escuchar (ésto último es lo más difícil).
En fin. En estos momentos pienso en CV... pienso en lo mucho que habrás sufrido, en tu familia... sólo te puedo asegurar algo. Estás de regreso en casa y estás mucho mejor. En paz descanses.
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