Son apenas las dos de la tarde y mi naríz ya se encuentra en el teclado. Es uno de esos días en los que en sueño me abate y sólo tengo fantasías sobre una cama rica, con cobijas de franela para mitigar el friolento invierno. Que bueno, estos últimos días parecía verano, pero ya comenzó a enfriar de nuevo.
Se acerca la Navidad y será la primera que pasaré lejos de mi familia de sangre. Esta vez el Faraoh y yo la pasaremos en alguna parte, ahogándolas en flojera -en lugar de alcohol- y contándonos las pecas. Me preguntó si queria ir a Dallas o al lugar donde se presentan las leyendas de la música country. Prefiero la primera opción (odio la música "contry"), pero también me da flojera. Tal vez porque me la paso viajando durante el año, esta vez sólo quiero pasarla en casa, desparramada viendo al techo y de vez en cuando observando las luces y sombras alrededor.
Parecemos la familia Grinch, porque ni arbolito pusimos este año. Tendré que desnudar a ése pavo que me dieron en el trabajo, bañarlo, dárle una buena masajeada, meterle mano hasta que grite (no sé todavía qué clase de tortura -relleno) y ponerlo a lenta cocción. Pero algo que no sea muy laborioso y que sepa rico. Se me antoja un puré de camote con malvaviscos y una ensalada de piña con manzana, nuez, apio y crema. Tendré que comprar crema de soya (puaj!) por aquello de las alergias de su majestad.
Me acuerdo que papá hacía un rico pavo a la sal. No sé cuál era su secreto, que sólo se convertía en un pavo de piedra y al abrirlo estaba sumamente jugoso y para nuestra sorpresa, nada salado.
1 comentario:
yo sé! yo sé!!
bueno... la verdad no sé... pero he hecho pierna a la sal. Es mágico eso, cubres la carne con 3 kg. de sal y le pones tu relleno favorito, lo metes al horno y voilá! todo jugosito y sin sabor salado.
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