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domingo, agosto 10, 2014

Sabático hogareño

Mi rutina consistía en meditar por las mañanas, trabajar mis ocho horas, ir a clase de baile 3 o 4 veces por semana, regresar a casa, hacer que-haceres domésticos y lo básico, comer, dormir, atender a los llamados de la naturaleza y necesidades del cuerpo humano.

Hace un año y 3 años después de descubrir esta clase de baile, comenzó esta aventura:

La instructora HB ofreció junto con otra maestra cursos de verano. Estos cursos consistían en técnica de baile para grupos principiantes y avanzados.

La clase se ofrecía poco después de la clase regular. Por lo que a alguien se le ocurrió reunirse después de clase para echar el cafecito y/o comer algo. Normalmente yo sólo tomaba la clase, me cambiaba y regresaba a casa. La rutina era pasar a hacer las compras de la despensa y tal vez rentar una película, para que el faraón y yo mientras cocinábamos o limpiábamos, disfrutáramos de la película. Los domingos meditábamos juntos y me depositaba en la clase de baile mientras el pasaba a la oficina a terminar pendientes y pasaba por mi para regresar juntos a casa y continuar con labores domésticas.

Además de las clases, existen eventos a los que nos invitan a participar como parte de un flash mob, en el que irrumpimos en el precinto y comenzamos a bailar sorpresivamente.

Participantes de clase del grupo original al que luego denominamos el "latin quarter", que se tradujera burdamente a "barrio latino". Este grupo consistía sólo de personas con lengua materna de origen hispano, de diversos planos, ambientes países, culturas, costumbres. Poco a poco y por adición, un par de chicas bailaban en nuestro grupito.

Del grupo latino, que describiré en otro escrito, a la "gusanito" se le ocurrió auto invitarnos a aquellas reuniones y conocer gente nueva. Los resultados impensables... nuestro LQ comenzó a crecer y se nos ha hecho la costumbre no sólo atender a clases más seguido, sino una constante adicción a salir a cenar o comer después de clase.

Al principio, iba yo algunas veces, respetaba mis horas de masaje, mis actividades y rutinas. Después sucedió Colorina Rojas. Sí, la dulce, espontánea y divertida pelirroja que nos habituó a desbaratar nuestras rutinas pre establecidas, por lo que nos convertimos en inseparables.

Siendo así, siento como si me hubiese tomado un sabático de la vida y del mundo hogareño y profesional en el que me había sumergido, una aburrida rutina... para transformarse en otra rutina indulgente y divertida.