Aunque disfruto mucho estando en mi país, ya nada es lo mismo. Lo sé... nada es permanente. Justo al aterrizar, las llantas tocando suelo mexicano... lágrimas corrían por mis mejillas. Emoción de estar de vuelta y mucha tristeza de que mamá no está.
El llegar de nuevo a su casa... esta vez abandonada en la depresión de overkill. Me toca abrir ventanas, limpiar rincones y alzar la vista hacia el infinito. Un largo suspiro y un desasosiego profundo. Ya no estás.
Mañana llega la peque con los pequeñitos, a ver cómo nos va. El 25 llega el faraón y nos iremos a tierras oaxaqueñas a darle el último adiós a mamá. Mientras, abro su armario, veo sus cosas. Como si nunca se hubiese ido. El corazón se me encoge pero entiendo que está en todas partes, aunque invisible ante los ojos...
En fin... venir a México ahora, es como cuando iba en la carretera con papá... que en la carretera se veía el espejismo... agua en la carretera... aunque mamá está en todas partes... no lo está...
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