Recuerdo que de niña, me daba por desear el helado del prójimo, sin importar la causa, que en la mayoría de las ocasiones, era prescripción médica y lloriqueaba y deseaba enfermarme como aquél para tener acceso a tan delicioso postrecito en la infancia.
Ahora, ya no me importa tanto, se me sigue antojando y si me da la gana voy y lo compro y me lo zampo. El caso es que el roomie tuvo cirugía y tendrá que comer heladas por al menos dos semanas -mismas que estará fuera de circulación-. Se me antojan, pero ya no es aquél deseo de lo prohibido, del "se lo tengo que quitar a escondidas" que le resta todo el chiste al asunto.
1 comentario:
y cuantos roommates viven contigo? (si eres la unica, le va a quitar emocion a adivinar quien se lo fue robando a escondidas)...
y quitando el antojo de lo prohibido, que antojo es ahora?
Publicar un comentario