Recuerdo la primera vez que la bañé. Nos encontrábamos en aquél hotel en la ciudad potosina. Me metí con ella a la ducha. Ella se encontraba muy débil pero aún podía caminar. Mientras la enjabonaba, no logré controlar mis emociones y comencé a llorar, terminando por abrazarla. "¿Por qué?, ¿por qué?"... era lo único que salía de mis labios entre sollozos. Mamá permanecía en silencio, como si estuviese en trance.
Con la progresión de su enfermedad, vino la silla de ruedas... la silla para el baño y para bañarse. Como ahora nos encontrábamos en un departamento arrendado, le pedí al dueño que instalara aquella regadera con extensión que había comprado.
Desvestía a mamá, la cargaba con la adrenalina que hoy no sé de dónde salía. Lograba sentarla en aquella silla... y con las ruedas, la empujaba hasta el baño. Le pedía que por favor lograra mantenerse en pie, en lo que yo colocaba la otra silla en la regadera. Era todo un malabar... mantener la puerta cerrada para que no le llegaran corrientes, pues después de una quimio, el sistema inmunológico está sumamente vulnerable. La enjabonaba, la enjuagaba y la ayudaba a secarla y a vestirse. La cambiaba de silla y la llevaba a su habitación.
Cuando dejó de sostenerse por su propio pie, nos asistía la mucama. Después ya eran baños de esponja.
Recuerdo la última vez que la bañé. Habíamos regresado de su última aventura. Ahora entre los tres (mis hermanos y yo), la cargábamos de la silla de ruedas a la cama. Corrí al baño y con dos palanganas llenas de agua caliente - una para enjabonarla y la otra para enjuagarla - mi hermana me susurraba que no lo hiciera, "que estaba en las últimas"... regresé al cuarto. Mientras le pedía a mi hermano que saliera, entre mi hermana y yo rápidamente y a pasos la bañaba. Después entre los tres, cambiamos las sábanas como nos habían enseñado en el hospital. Mientras ella permanecía recostada, unos la sostenían mientras yo ponía las sábanas de media cama. Luego rodábamos a mamá hacia el lado tendido y yo continuaba con el tendido con las sábanas limpias.
Cada mañana, cuando pongo un pie en la regadera, no dejo de pensar en esos momentos. Recuerdo su piel, su olor, su cabello, vulnerabilidad, amor, temor, cansancio, tristeza... Mi mente se pierde en aquella esponja, mientras tallo mis extremidades con amor, pensando que en estas células mamá aún sigue aquí... y corre el agua mientras me enjuago.
Cada mañana, cuando tiendo las camas, me quedó la manía... desdoblo las sábanas limpias, cubro mitad de la cama mientras desdoblo y corro al otro lado para tender lo que falta. Tal vez por que en mi mundo ilusorio deseo que mamá esté en esa cama.
1 comentario:
Son bellos recuerdos Nefer, seguro tu mami sintió toido tu amor en esos días en quecla ayudabas a asearse.
Yo también perdí a mi madre este año, sabía que ella padecía enormemente de su movilidad, sus piernas no le respondían y su brazo tampoco... Y yo tan lejos. Cuando me vine a vivir a Londres, me troné la espalda y ella que aún estaba bien me cuidó esos días en que yo me encontraba paralizada por el dolor.
Yo a inicios de este año había planeado regreasar a México, necesitaba verla, la pensaba muy a menudo... Pero se me fue antes, fue muy doloroso. Ahora ya no puedo viajar a México, no me hago a la idea de regresar y no verla! Tu pudiste acompañar a tu mami hasta el final. Eso debe reconfortarte. Te mando un abrazo.
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