Tras unos días de locas hormonas, cambios de personalidad y actitud, al fin llegó la calma... ¿Solución?: comer a mis horas, tres comidas al día, nada de azúcar (sólo proveniente de frutas), nada de gluten, ni lácteos. Ejercicio todos los días... combinando clases de baile con yoga. Hoy me siento tranquila, ligera, sin dolor, positiva, amorosa. Es más... como si el monitor no existiese y tu rostro estuviera en su lugar... un beso enorme, largo y amoroso.
Hoy hice yoga, Kundalini... hace mucho que no lo hacía... y la verdad es que me siento muy bien.
Las hojas de los árboles casi tupen las ramas. El frío cala. Escalofríos repentinos.
Hoy hice un experimento en la cocina... tomé 2 pequeños cuadros de cacao, mantequilla de maní, jengibre rallado (frito en aceite de oliva), hojuelas de arroz y avena... un poco de vino tinto, miel de agave y sal de Tibet. Una mezcolanza en aquella olla a fuego lento... luego, hice bolitas y las aplasté en papel encerado y las metí al congelador por 20 minutos.
No es por nada, pero me quedo rico, lo malo es que son una bomba, así que de 7 galletas que salieron, me comí casi 4.
Hoy mi meta es taclear el sótano... sí, ese sótano sigue desordenado desde que nos mudamos... ha sufrido transformaciones... ya había estado ordenado unas dos o tres veces, pero el faraón se empeña en botar cuanta cosa no le gusta de la casa y aventarla al suelo del sótano... así que es una zona de batalla. Aspiraré los escalones, después iré por secciones... apilando papeles, aspirando, guardando tiliches, arpirando de nuevo... así hasta que por lo menos se vea organizado el asunto. No entiendo por qué le encanta vivir en caos. Yo, cuando veo caos, no puedo concentrarme. El faraón piensa que tengo obsesión-compulsión. Yo pienso que tuve una buena formación, con disciplina y órden, no crecí a la deriva. Ya el que me haya dado desbalague y tardía adolescencia, es otra cosa.
Recuerdo cuando papá solía entrar a mi habitación:
"Nefer, enséñame tus cajones..."... orgullosa, abría mis cajones de la cómoda y del armario... mi ropa organizada por colores, lo que iba colgado o doblado, mis libros y cuadernos, perfumes y potingues, todo tenía su lugar.
Me gustaba tener órden, pero cuando papá se ponía duro, me imaginaba qué se sentiría ser desordenada. Al fallecer papá, vino el caos... dejé el órden de lado y quise experimentar. Ahora, retomo mis principios, redirecciono y ordeno. La prueba de fuego vendrá el día que pueda dejar de molestarme que el faraón llegue y desordene. Por el momento tengo poca tolerancia al desórden. Al menos poco a poco, el faraón va comprendiendo que si no tira, no hay que levantar. Que si utiliza algo y ya no lo va a usar, lo pone en su lugar... poco a poco, no se pueden cambiar 52 años de hábitos en tan sólo 10. ¡Sí!... diez años que se aproximan... tiempo que he estado casada con él. Toda una montaña rusa... pero creo que ha rendido frutos. Ahora entiendo a la abuela, las generaciones anteriores. Trabajarle a una relación... no tirar la toalla. No sé dónde leí, pero que decían que en las épocas de los abuelos, las cosas no eran desechables, si se rompían, se arreglaban... y que por ello, las relaciones duraban, porque se trabajaba en ellas. Claro, que si por algo uno se equivoca al elegir, está en todo su derecho de tomar decisiones fuertes. Todo depende del caso. En el mío, por lo pronto y tras muchas enmiendas, creo que las raíces ya están "echadas" y ahora es crecer y florecer.
En fin. Por lo pronto ya me voy bajando al sótano... no quiero perder tiempo como en semanas anteriores, que tras falta de energía, me la pasaba horas navegando en el "mundo" de la información.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario