Ya en otras ocasiones y en otros viajes me había topado con estos desagradables lugares. Aquellos en los que uno tenía que brincar un metro antes de jalarle a la perilla del excusado para no salir salpicado, entre otras situaciones.
Acá en Guatemala... en la oficina existe uno especialmente asesino y travieso. Se encuentra en el lobby del edificio donde estoy temporalmente asignada. Hoy salía a media tarde y antes de subir al auto, decidí hacer la escala.
Me posiciono, hago lo propio y apenas me moví un segundo, el retrete asesino con toda su furia detectó el movimiento e inició su ciclo centrífugo. Lo curioso es que no sólo hace el centrífugo. El centro, forma una burbuja enorme que al explotar, salpica como un volcán haciendo erupción. Ante tales circunstancias, tuve la suerte de reaccionar a tiempo y brincar hacia el otro lado, donde al no percatarme, el depredador secador de manos estaba colocado en aquella pared a la altura de la cadera... y como era de esperarse, al detectar un objeto bajo su bocota, comenzó a soplarme las nalgas.
Vaya, para que dar detalles.
En fin... tendré que recordar la próxima vez, que en lugar de brincar al frente y de lado, tendré que brincar hacia la puerta.
Ni hablar.
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