Finalmente me eché un clavado a la cama a la una de la mañana. Dormí a pierna suelta. El faraón se despidió de mi con el beso de los buenos días a eso de las 7. Seguí durmiendo. A las 10, me despertó el teléfono:
bocina: Buenos días! (una voz energética) con Nefer por favor...
Nefer: sí, ella habla (con voz despierta de sopetón)
bocina: habla *** de la compañía *** ... tengo entendido que usted y *** tuvieron una conversación satisfactoria en la entrevista telefónica y llamo para saber su disponibilidad para una segunda entrevista en la que conocerá al equipo con el que estará trabajando. Le parece mañana a las 10 de la mañana?
Nefer: (con la boca abierta, incrédula), sí! (con energía) mañana a las diez está perfecto.
bocina: perfecto!, hablaremos unos 15 minutos para afinar detalles.
Así que desperté de porrazo durante la llamada. Ahora, sólo a iniciar con la rutina de éstos últimos días... hacer los que-haceres domésticos, preparar alimentos e ir a la clase de baile por la tarde.
Lapsus brutus, anécdotas, sueños, recuerdos, pensamientos, cuentos, exabruptos...
lunes, febrero 28, 2011
domingo, febrero 27, 2011
Casi media noche...
... y heme aquí viendo "The Lost Room", que renté de la biblioteca local. El faraón se retiró a los aposentos hace un par de horas y yo sin sueño. Con la presión de encontrar trabajo y sin ganas de buscarlo. No me siento lista. Creo que intentaré dormir. Ya han sido demasiadas desveladas desde hace no sé cuantas noches.
jueves, febrero 24, 2011
Flashback...
Estábamos donde el doctor... habías tenido náusea todo el día. El Dr. indicaba que debíamos comprarte una especie de polea para no sé qué tratamiento. La peque, insistía en que te compráramos la música que pedías. Yo indignada le decía a la peque que existían prioridades y que la polea importaba más que la música para continuar con el tratamiento. Bajaba yo entonces desde la oficina del doctor. Ustedes utilizarían el ascensor y mientras tanto yo me trepaba en aquél barandal y bajaba como los bomberos.
Estando abajo, le rogaba a la peque que fuéramos a comprar la polea. Ella insistía en que la tienda estaba cerrada, que mejor mañana. La peque quería ir por la música. Sin comprar ni música ni polea, te llevábamos a a casa. Tu casa, la de Justo Sierra, que curiosamente se encontraba en una colonia totalmente distinta. La casa era la misma fachada, pero como esquinada y en ángulo. La calle era distinta.
Caminábamos hacia la casa... comenzabas a caminar más despacio y a tambalearte... te doblabas hacia el frente y comenzabas a vomitar. El vómito traía consigo un líquido verde. Yo observaba con terror, la peque en lo suyo (?) y tu como podías llegabas hasta el portón de madera, te asías de argolla y empujabas la puerta.
Un sollozo me despierta y un sentimiento de desesperación. Sí... era una pesadilla... pero despierto a otra pesadilla: ya no estás con nosotros.
Estando abajo, le rogaba a la peque que fuéramos a comprar la polea. Ella insistía en que la tienda estaba cerrada, que mejor mañana. La peque quería ir por la música. Sin comprar ni música ni polea, te llevábamos a a casa. Tu casa, la de Justo Sierra, que curiosamente se encontraba en una colonia totalmente distinta. La casa era la misma fachada, pero como esquinada y en ángulo. La calle era distinta.
Caminábamos hacia la casa... comenzabas a caminar más despacio y a tambalearte... te doblabas hacia el frente y comenzabas a vomitar. El vómito traía consigo un líquido verde. Yo observaba con terror, la peque en lo suyo (?) y tu como podías llegabas hasta el portón de madera, te asías de argolla y empujabas la puerta.
Un sollozo me despierta y un sentimiento de desesperación. Sí... era una pesadilla... pero despierto a otra pesadilla: ya no estás con nosotros.
sábado, febrero 12, 2011
Amnesia...
El vuelo de conexión estuvo tranquilo. Al llegar a mi destino, el faraón me sorprendió en uno de los pasillos, para ayudarme con tan pesada carga. Nos abrazamos y no dejé de llorar por un largo instante.
Llegamos a las bandas giratorias a recoger el resto del equipaje. Charlamos de detalles del viaje y nos dirigimos al auto. Mi auto. Me parecía tan desconocido, como si esta vida no fuese mía. Seis meses fuera de casa ocasionaron algo así como una amnesia. Amnesia de una vida ilusoria que llevaba en automático. Creo que lo que largamente añoré por años -el morir antes de los cuarenta- sucedió sin ton ni son a los cuarenta. Con la muerte de mi madre, murió aquella niña-jovenzuela-ahora-mujer y comienza una extraña etapa.
Entré a casa y la sentí vacía... como cuando uno va a ver casas para elegir una y habitarla. Aquí, aunque amueblada y decorada con globos por el día de San Valentín, me sentí totalmente vacía. Recorrí la casa en silencio y con lágrimas contenidas. Todos los objetos que veía a mi alrededor, mi ropa, libros, etc... todo me parecía ajeno. Como si la persona que viviese aquí fuera una totalmente diferente a la que soy. No tengo ni la menor idea de por dónde empezar, por dónde comenzar esta nueva vida que se me desenrolla así de repente.
El faraón habla de actividades por hacer, clases por tomar, meditaciones a las que ir... yo sólo me pasmo ante el infinito vacío, incredulidad y desconocimiento de este espacio. Vaya, ni siquiera supe cómo activar el agua caliente de la ducha. Cené una pasta pre cocinada y me di una ducha. Cansada y totalmente desvelada, tecleo este post y sigo sin comprender quién era la persona que habitaba esta casa... una completa desconocida.
Llegamos a las bandas giratorias a recoger el resto del equipaje. Charlamos de detalles del viaje y nos dirigimos al auto. Mi auto. Me parecía tan desconocido, como si esta vida no fuese mía. Seis meses fuera de casa ocasionaron algo así como una amnesia. Amnesia de una vida ilusoria que llevaba en automático. Creo que lo que largamente añoré por años -el morir antes de los cuarenta- sucedió sin ton ni son a los cuarenta. Con la muerte de mi madre, murió aquella niña-jovenzuela-ahora-mujer y comienza una extraña etapa.
Entré a casa y la sentí vacía... como cuando uno va a ver casas para elegir una y habitarla. Aquí, aunque amueblada y decorada con globos por el día de San Valentín, me sentí totalmente vacía. Recorrí la casa en silencio y con lágrimas contenidas. Todos los objetos que veía a mi alrededor, mi ropa, libros, etc... todo me parecía ajeno. Como si la persona que viviese aquí fuera una totalmente diferente a la que soy. No tengo ni la menor idea de por dónde empezar, por dónde comenzar esta nueva vida que se me desenrolla así de repente.
El faraón habla de actividades por hacer, clases por tomar, meditaciones a las que ir... yo sólo me pasmo ante el infinito vacío, incredulidad y desconocimiento de este espacio. Vaya, ni siquiera supe cómo activar el agua caliente de la ducha. Cené una pasta pre cocinada y me di una ducha. Cansada y totalmente desvelada, tecleo este post y sigo sin comprender quién era la persona que habitaba esta casa... una completa desconocida.
Vacio...
El taxi pasó por mi a las cuatro y media de la mañana. Tras un largo monólogo del taxista, cuya ruta desconocida pero rápida me hizo llegar tempranísimo al aeropuerto, documenté mi equipaje. Reacomodé algunas cosas en la maleta de mano y me dirigí al restaurante aquél para desayunar algo. Comí un enorme plato de frutas con yogurt y granola, un té y un jugo "verde".
Atarantada por no haber dormido nada, estuve depurando papeles mientras terminaba el desayuno. Pagué la cuenta y me dirigí hacia la sala de salidas. Al pisar la alfombra, me percaté que tu esencia, tu presencia había estado el año anterior despidiéndose de mi con un enorme abrazo. Me pedías que no mirara atrás. No te hice caso y al hacerlo, te vi partir y a ti sí, sin mirar atrás, aunque claro, al volverte para darte la vuelta hacia el pasillo, noté tus lágrimas.
Hoy no pude evitar derramar lágrimas en el pasillo de salidas, mientras vívidamente recordaba tus despedidas. Sollozando me encaminé hacia el uniformado que revisaba las identificaciones, al mismo tiempo que limpiaba mi rostro con la orilla de la manga del suéter.
Pasé por las revisiones y tiempo más tarde, me trepé al avión. Un día larguíiiisimo sin duda. Lágrimas escurridizas se deslizaban sobre mi rostro sin control ni aviso alguno, en diferentes ocasiones. Tal fue mi lagrimeo silencioso, que una mujer cristiana me extendió su biblia. "Tómala, que esto te ayude a superar esto". Le dije que no era necesario, que la dejaría sin su libro. Ella insistió.
Traté de diferentes maneras de deshacerme de aquél pesado libro. Ya no necesitaba objeto alguno, pues iba cargada de equipaje. En varios intentos y diferentes ocasiones intente "olvidar" casualmente el libro... en un carrito de las maletas, en el área de revisiones aduanales, etc. No fue sino hasta que al lograr salir de todo ese maratón de "esculcamiento", que decidí dejar todas mis cosas en una silla. Reorganizar todo y sin que la gente a mi alrededor se diera cuenta, tomaría todas mis pertenencias dejando atrás tan pesado libro. Esta vez lo logré.
Agradecí las buenas intenciones de la mujer, pero el cargar un elemento extra, implicaba un apretón más a los discos de mi traqueteada columna vertebral... además de la flojera de remotamente imaginar leer tal volumen. Suficiente tuve en los años básicos, además de que a cada quién le funcionan ciertas cosas y a otras no. A mi la biblia no me funciona.
Atarantada por no haber dormido nada, estuve depurando papeles mientras terminaba el desayuno. Pagué la cuenta y me dirigí hacia la sala de salidas. Al pisar la alfombra, me percaté que tu esencia, tu presencia había estado el año anterior despidiéndose de mi con un enorme abrazo. Me pedías que no mirara atrás. No te hice caso y al hacerlo, te vi partir y a ti sí, sin mirar atrás, aunque claro, al volverte para darte la vuelta hacia el pasillo, noté tus lágrimas.
Hoy no pude evitar derramar lágrimas en el pasillo de salidas, mientras vívidamente recordaba tus despedidas. Sollozando me encaminé hacia el uniformado que revisaba las identificaciones, al mismo tiempo que limpiaba mi rostro con la orilla de la manga del suéter.
Pasé por las revisiones y tiempo más tarde, me trepé al avión. Un día larguíiiisimo sin duda. Lágrimas escurridizas se deslizaban sobre mi rostro sin control ni aviso alguno, en diferentes ocasiones. Tal fue mi lagrimeo silencioso, que una mujer cristiana me extendió su biblia. "Tómala, que esto te ayude a superar esto". Le dije que no era necesario, que la dejaría sin su libro. Ella insistió.
Traté de diferentes maneras de deshacerme de aquél pesado libro. Ya no necesitaba objeto alguno, pues iba cargada de equipaje. En varios intentos y diferentes ocasiones intente "olvidar" casualmente el libro... en un carrito de las maletas, en el área de revisiones aduanales, etc. No fue sino hasta que al lograr salir de todo ese maratón de "esculcamiento", que decidí dejar todas mis cosas en una silla. Reorganizar todo y sin que la gente a mi alrededor se diera cuenta, tomaría todas mis pertenencias dejando atrás tan pesado libro. Esta vez lo logré.
Agradecí las buenas intenciones de la mujer, pero el cargar un elemento extra, implicaba un apretón más a los discos de mi traqueteada columna vertebral... además de la flojera de remotamente imaginar leer tal volumen. Suficiente tuve en los años básicos, además de que a cada quién le funcionan ciertas cosas y a otras no. A mi la biblia no me funciona.
martes, febrero 08, 2011
Hacia lo desconocido...
Después de semanas de espera, el notario no da solución a nuestra espera. Ni modo, me tengo que ir. No me gusta dejar pendientes pero ojalá ya haya oportunidad de regresar pronto para concluir con los trámites.
Me siento rara... por un lado, añoro la rutina antigua, en la que iba al trabajo, a mis clases de baile y luego a casa, con la cotidianeidad.
Tras lo sucedido con mamá, todo tomó un sentido distinto. Sé que no estará ella al otro lado del teléfono, ni estará esperándome en el aeropuerto en el area de llegadas, ni mucho menos en el área de partidas dándome el tan hermoso largo abrazo, seguido de su partida sin mirar atrás para que yo no notara sus lágrimas al decir adiós.
Extrañaré sus porras, caricias, consejos, sus lindas palabras de madre. Me voy con el corazón hueco. No sé qué rumbo tomará mi vida, las cosas que antes me interesaban ya no tienen prioridad en mi lista, si es que aún existe una. Sólo sé que en cada amanecer, en cada rocío, en cada flor, en la brisa del aire en mis mejillas, ahí está... silenciosa en aquella otra dimensión, observando lo que hago. O tal vez, planeando dónde más aterrizar para renacer y ocupar otra vida en alguna otra forma. Si es así, ojalá la vuelva a conocer, la vuelva a tratar, la vuelva a amar en otra vida.
Mi amor es eterno, eterno mi pensamiento... siempre estará conmigo, en el atardecer, al mirar esas estrellas que juntas observamos la madrugada de su partida. Sus ojos enormes y expresivos, su satisfacción y felicidad al verse iluminada, todo quedó impregnado en mi memoria. Su último suspiro, su partida.
¿A dónde te habrás ido?... lo que me queda claro es que eres felíz, estás donde querías. Lejos de una tortura, muy cerca del infinito, de la unidad, del todo. Con cada meditación alzaré mi mano e intentaré acariciarte, decirte que todo va bien y que con tu silenciosa compañía seguiré el andar de este camino, mismo que me ayudaste y enseñaste a recorrer.
Te amo mamita... y ahora, parto... hacia un rumbo desconocido.
Me siento rara... por un lado, añoro la rutina antigua, en la que iba al trabajo, a mis clases de baile y luego a casa, con la cotidianeidad.
Tras lo sucedido con mamá, todo tomó un sentido distinto. Sé que no estará ella al otro lado del teléfono, ni estará esperándome en el aeropuerto en el area de llegadas, ni mucho menos en el área de partidas dándome el tan hermoso largo abrazo, seguido de su partida sin mirar atrás para que yo no notara sus lágrimas al decir adiós.
Extrañaré sus porras, caricias, consejos, sus lindas palabras de madre. Me voy con el corazón hueco. No sé qué rumbo tomará mi vida, las cosas que antes me interesaban ya no tienen prioridad en mi lista, si es que aún existe una. Sólo sé que en cada amanecer, en cada rocío, en cada flor, en la brisa del aire en mis mejillas, ahí está... silenciosa en aquella otra dimensión, observando lo que hago. O tal vez, planeando dónde más aterrizar para renacer y ocupar otra vida en alguna otra forma. Si es así, ojalá la vuelva a conocer, la vuelva a tratar, la vuelva a amar en otra vida.
Mi amor es eterno, eterno mi pensamiento... siempre estará conmigo, en el atardecer, al mirar esas estrellas que juntas observamos la madrugada de su partida. Sus ojos enormes y expresivos, su satisfacción y felicidad al verse iluminada, todo quedó impregnado en mi memoria. Su último suspiro, su partida.
¿A dónde te habrás ido?... lo que me queda claro es que eres felíz, estás donde querías. Lejos de una tortura, muy cerca del infinito, de la unidad, del todo. Con cada meditación alzaré mi mano e intentaré acariciarte, decirte que todo va bien y que con tu silenciosa compañía seguiré el andar de este camino, mismo que me ayudaste y enseñaste a recorrer.
Te amo mamita... y ahora, parto... hacia un rumbo desconocido.
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