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domingo, septiembre 25, 2005

Déjà vu

Llegamos pasadas las 4pm, en un escandaloso restaurante en la bahía frente Alcatraz... Mientras el faraón se dispone a buscar un lugar para estacionarse, me salgo en el semáforo cercano al lugar. Camino hacia el punto de reunión y no veo a nadie. Entro y los busco. Nada... me apunto para una mesa para 6 y pregunto dónde están los teléfonos públicos y marco su número... escucho una voz desconocida y lo saludo.
Aquella voz: dónde están? estamos aquí afuera
Nefer: estoy adentro, y el faraón fue a estacionarse
Voz: ok, los demás se están estacionando
Nefer: ok, voy para allá.
Salgo, y con el sol en los ojos, trato de buscar a alguna cara conocida... inútil, hasta que oigo mi nombre... a la derecha, un hombre robusto junto a mi amigo de la preparatoria, al que recordaba como aquél flaquillo de lentes y frenos. Para mi sorpresa, también fornido y ambos rapados, se acercaron para saludarme. Me dió mucho gusto verlo y no me sorprendió el que llegara con su pareja. Sigue siendo el mismo tierno y simpático tío que conocí hace más de 15 años.
Platicando, suena el vibrador del restaurante, es hora de entrar. Nos sentamos a la mesa mientras esperamos a los demás.
Llegan aquella mujer con marido e hijo. No la veía desde poco después de mi boda. Mientras estaba en el coche, iba recordando muchísimas cosas y pensando "estoy muy gorda, cuando me vea no me van a reconocer", platicando con el faraón sobre proezas, discusiones, malos entendidos, en mi intención de hablar con ella sobre aquél asunto que mantengo inconcluso (y que a final de cuentas terminé por no mencionar, porque ya no venía al caso), etc., y antes de dejar el hotel, al pobre del faraón, lo hice presenciar un interminable desfile de modas totalmente innecesario. Tratar de encontrar la prenda perfecta que ocultara los kilitos de más.
Nos vimos, nos abrazamos y ví a su niño... bello, me recordó a su abuelo, que en paz descanse. Nos sentamos y entre aquél barullo, empieza la conversación.
Tengo una sensación extraña, como que el pasado fue aquél momento, pero fusionándose en paralelo a la vez... mi amigo menciona más tarde que estaba en ese preciso instante en un déjà vu. Mi mente ni siquiera racionalizó para llegar a la palabra "déjà vu", pero definitivamente mi mente viajó a fracciones de segundo.
Quién nos viera a los tres, después de tanto tiempo, cada quién con su cada cuál, y cuyos "cada cuáles" no son mexicanos. Reunidos en un lugar, en un espacio, en un tiempo.
Concluyó la velada con una caminata por el embarcadero, viendo las focas, el atardecer y al otro lado, Alcatraz.
Camino de regreso al hotel, me invade un sentimiento de incredulidad, no puede ser que haya pasado tanto tiempo.

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